Escrito por nuestro viajero Pedro Mota, ruta del Río Perdido
“El último día de agosto de 2014 los 19 del grupo volvimos a España. En África, sin embargo, se quedaron parte de nuestros corazones, y nuestro guía, Antonio Chamorro.
Al día siguiente aprendí para qué sirven las redes sociales, son el cemento que mantiene unidas las amistades en la distancia. Unos se volcaron en la mensajería instantánea, otros lo hicimos en Facebook. Fuera como fuere, los 21 estuvimos en contacto desde los primeros días de septiembre.
Pasó el tiempo y nadie se descolgó, lo que empezó a gestarse en Victoria Falls, una gran quedada, tomó cuerpo. Isa cogió las riendas de la organización, los líderes surgen de manera espontánea. Pero nada es fácil, las ganas solas no movilizan y tenemos una deuda impagable con ella. Fue el catalizador necesario para la explosión de felicidad que vivimos aquellos días. ¿Búsqueda de fechas?, el fin de semana del 12 de diciembre nos viene bien a todos. ¿El lugar? equidistante de los que más lejos viven – San Sebastián, Fuengirola, La Seu d`Urgell- ¿Alojamiento? Una posada en el centro de Chinchón. Gracias Isa.
El día más esperado nos fuimos encontrando en la terraza del bar La Tahona, en la antigua y hermosa plaza mayor de Chinchón, que durante esos días sería nuestra segunda casa. Besos, abrazos, lágrimas y la presentación deuna joven invitada que se unía a nosotros. Anocheció temprano, repartimos habitaciones y confeccionamos la lista de la compra. Dimos un paseo al supermercado, con una bolsa cada uno no hace falta mover los coches. Nos faltaba leche, cervezas, nunca suficientes, las tónicas –por si la malaria- y los hielos, pues sabíamos que tendríamos calor.
El resto fue todo generosidad, daba lo mismo el medio de trasporte, nadie llegó con las manos vacías. Los días siguientes nos alimentamos de lo que entre todos habíamos juntado y cocinado: boletus, gildas, hogazas de León con su morcilla y su chorizo, hasta un jamón del que sólo quedó el hueso, piparras, embutido urgelitano, panallets y tortas de aceite. Bebimos Keller y Chacolí, Rioja, Rueda y Cava, también algún refresco y zumos, que nos acompañaba una menor…
Nos siguió una noche larga al son de la que ya es la banda sonora de nuestro viaje, las canciones que cantamos alrededor de la hoguera en una isla del Okavango sonaban en el reproductor de CDs y todos nosotros perdimos la voz ayudados por el tabaco, la cerveza, los gin tonics y los ron cola. Bailamos, giramos, nos abrazamos, buscamos un rincón apartado para la charla, gritamos, ¡somos tan felices!
La mañana empezó en La Tahona con un cortado, esperando los churros que encargamos para desayunar en la Posada. El resto fueron paseos, charlas y la preparación del momento esperado: todos juntos alrededor de una paella valenciana. Con el aperitivo de los torreznos sorianos –magistrales- nos fuimos entonando, esperando a que los maestros arroceros dieran la orden de empezar.
Entonces, se obró el milagro. Ana y Fran con compromisos ineludibles no habían podido viajar para acompañarnos pero en ese momento, estaban al teléfono de Antonio y de Xavi. En cuestión de segundos ya estábamos hablando con ellos y, por un momento, estábamos otra vez los 21 juntos, ¡pura magia! Estábamos todos, aquellos que el 14 de agosto aún no nos conocíamos, aquellos que al día siguiente nos mirábamos de reojo, aquellos que a los pocos días ya éramos la familia Noka.
Y seguimos la fiesta, pero el resto es privado, queda para nosotros.»
Pedro Mota
Fotos cedidas por el guía Antonio Chamorro