Cada año, el equipo de Kananga lleva a cabo viajes de prospección en diferentes países africanos con el fin de diseñar nuevos itinerarios y modificar algunos de los ya existentes para añadir nuevos atractivos a la ruta.
Estos viajes de prospección son una auténtica aventura destinada a descubrir nuevos paisajes y gentes y emocionantes actividades.
Los días son, en ocasiones, interminables. Nunca estamos seguros de cuántas horas vamos a tardar en llegar al siguiente punto del camino, ni si encontraremos alojamiento al llegar o algún lugar donde comer. Ha habido ocasiones en que hemos comido fuet envasado al vacío durante semanas! No sé cómo aún puede gustarme! En muchos de estos viajes nos servimos de un gps y vamos marcando las coordenadas ya que ni siquiera existen mapas de esos lugares. También llevamos teléfono satélite ya que no hay cobertura telefónica.
Algunas veces los medios de transporte que encontramos son precarios y se averían en el camino. Otras nos encontramos con obstáculos aún más difíciles de salvar, como puede ser la reticencia obstinada de algunos conductores a meter sus vehículos según en qué caminos y también problemas burocráticos para movernos por algunos de estos países.
En estos viajes hemos vivido las experiencias más sorprendentes y también las más memorables.
El pasado mes de Octubre, junto con una parte importante del equipo de Kananga: nuestro director general Robert Francu y nuestro director de operaciones Miquel Ribas, he viajado a República Centroafricana y a Congo Brazzaville con el propósito de diseñar un nuevo itinerario que permita a nuestros viajeros descubrir la fauna que alberga la cuenca del río Congo.
A las orillas del río Sangha, afluente del Congo, se encuentra la pequeña localidad de Bayanga, desde aquí nos adentramos en el parque nacional de Dzangha Sangha tras haber recorrido en vehículos 4×4 los caminos de tierra roja bordeados de pura selva desde la capital de RepúblicaCentroafricana, Bangui.
La llegada al bai de Sangha tras haber recorrido algunos kilómetros de espesísima selva, es estremecedora. Ante nuestros ojos se abre un claro en la selva y contamos nada menos! que 60 elefantes nada más llegar.
No están solos, les acompaña una familia de preciosos sitatungas y a lo lejos nos emocionamos al descubrir algunos bongos, el antílope más bello y difícil de ver.
El trek para ver a Makumba a través de la selva en pequeños grupos de dos acompañados de guías pigmeos es, en esta ocasión, bastante corto, se encuentran a sólo veinte minutos de la base. Cuando Makumba, el espalda plateada, arranca a correr hacia nosotros y pasa a pocos centímetros de Robert para luego desaparecer como una flecha nos quedamos helados! Cambió de rumbo justo en el último minuto…su veloz carrera iba destinada a otros quehaceres…los gorilas son gentiles y vegetarianos.
Su envergadura y velocidad son tales que es difícil de creer aunque pase ante tus mismos ojos.
Por la noche tenemos una reunión en uno de los alojamientos más bonitos de esta ruta, a orillas del río Sangha. En la preciosa terraza de madera con vistas al río vemos una espectacular puesta de Sol antes de la cena. Tras la cena nos han obsequiado con bailes y canciones que unos habitantes pigmeos de un poblado cercano nos han ofrecido. Sus voces son maravillosas. Muchas de las mujeres que bailan llevan a sus bebés a la espalda.
Algunos ni siquiera se despiertan! Supongo que están acostumbrados al ir y venir de sus madres, ya que están con ellas todo el día!
De regreso a nuestro alojamiento navegamos a oscuras por este inmenso río en una pequeña piragua conducida por un barquero local. Nos cuenta que allí están muy acostumbrados a navegar el río en la más completa oscuridad y también que las noches de luna aprovechan para salir a pescar en medio del silencio interrumpido sólo por los ruidos de la selva.
A la mañana siguiente navegamos el río durante 4 horas para llegar a Bomassa. Estamos en Congo. La frontera fluvial, una pequeña garita a orillas del río en la que un funcionario estampa nuestro pasaporte, la pasamos casi sin darnos cuenta de que estamos entrando en otro país.
A la llegada, nos cuentan que un árbol cayó sobre dos de los vehículos 4×4, con los que contábamos para llegar hasta Mbeli Bai. Están completamente rotos y sin arreglo posible. El tercer vehículo 4×4 estaba siendo reparado por una avería, así que nos desplazamos en un viejo camión hasta Ndoki.
No pasa mucho tiempo hasta que llegamos al embarcadero y con la piragua navegamos hasta llegar a Mbeli. Caminamos por la selva acompañados por nuestros guías pigmeos que nos piden silencio, ya que podemos encontrar cualquier tipo de animal por el camino. Al final llegamos hasta nuestro alojamiento, unas cabañas elevadas enclavadas en medio de la selva.
Las sensaciones que provoca dormir allí son inenarrables! Los sonidos de la selva te envuelven hasta que te quedas dormido!
La visita al mirador de Mbeli nos recompensa con la visita al bai de una familia de gorilas de llanura que nos deleita durante mucho rato viéndoles moverse por el bai y sumergirse en las aguas llenas de plantas acuáticas y sales minerales que tanto les gustan. Alguno de ellos parece como si estuviera disfrutando de un jacuzzi!
Por la mañana nos dicen que es tarde para ir a ver la familia de Kingo, en Mondika. Además no contamos con transporte. Otra vez será! Makumba no tendrá motivos para ponerse celoso esta vez!
Podéis ver una fotografía de Kingo en la página 92 de nuestro catálogo… SI!, está de espaldas…pero a que es guapo? Esta es una visita que en nuestra ruta Abismo Verde ya se realizaba, así que Kingo no nos es desconocido, pero esta vez hemos conseguido diseñar un itinerario distinto que incluye el parque nacional de Ndoki y que va a resultar mucho más asequible de lo que fuera Abismo Verde gracias a la logística cuidadosamente planeada por nuestro jefe de operaciones e instigador de este viaje de prospección, Miquel Ribas.
Tras despedirnos de la pequeña localidad de Bayanga, auténtica, hermosa, tranquila y deliciosamente africana en su esencia, iniciamos el retorno por esos caminos de arena roja.
Si,… el coche se rompe nada más iniciar el camino. Estamos en medio de la selva. No pasa ningún vehículo. No hay ningún taller. Tenemos que hacer el regreso de un tirón y pueden ser más de 12 horas de camino. Nuestro avión parte esa misma noche de regreso a casa. El desaliento empieza a invadirnos…lo vamos a perder.
De repente, el conductor se mete bajo el 4×4, pega dos martillazos y arranca de nuevo. Todo va bien y llegamos a Bangui según lo previsto!
Nuestros viajeros, el año próximo cuando hagan este viaje, regresarán a Bangui en avioneta privada…qué suerte!
1 comentario
Aiiinnssss….. que ganas de volver a Africa que me han venido al leer esto!!! Ya tengo ganas de hacer esta ruta!!!!