Hicieron falta que pasaran 25 años para que la clásica película de Disney “El Rey León” fuese relanzada. Esta vez, los productores han apostado a una versión realista, llena de detalles que te hará saltar de emoción al ver cómo cobran vida tus personajes favoritos: Simba, Nala, Timón y Pumba.
El clásico de 1994 acaba de estrenarse en los cines españoles y es una verdadera oda al continente africano, a sus paisajes y a su fauna salvaje. El director Jon Favreau se aseguró de capturar lo mejor posible la esencia de África, por lo que viajó al continente junto a su equipo para capturar imágenes reales de algunos de los escenarios más impresionantes que verás en pantalla. En este post te mostramos una selección de algunos de ellos. ¡Estamos seguro de que querrás conocerlos todos!
Kenya y Tanzania: los paisajes principales de la película se rodaron en los dos de los países africanos por excelencia para hacer safaris, trasladando al espectador la belleza de la sabana africana en lugares icónicos como el Parque Nacional Serengeti, el Área de Conservación de Ngorongoro o la Reserva Masai Mara. Jon Favreau y su equipo, capturaron miles de imágenes de las acacias, las enormes extensiones de terreno y los míticos atardeceres africanos que dieron forma al reino de Simba. Además, tras intensos días de safari, los productores pudieron observar de primera mano a todas las especies de animales que aparecieron en la película original y estudiar el comportamiento de leones, leopardos, elefantes, búfalos, rinocerontes, ñus, cebras, jirafas, hienas, impalas y gacelas.
El Lago Manyara, Tanzania: ubicada en la región de Arusha al norte de Tanzania, este lago es conocido por ser el hogar de los famosos leones trepadores de árboles y la enorme cantidad de aves que allí habitan; incluyendo al flamenco rosa. Si has visto “El Rey León” no te será difícil reconocer este paisaje repleto de flamencos.
La región de Dallol, Etiopía: se trata de un cráter volcánico en la depresión de Danakil, al noreste de la cordillera Erta Ale en Etiopía. A pesar de que el equipo de “El Rey León” no visitó físicamente, sus paisajes surrealistas sirvieron de inspiración para una escena de la película. Su superficie similar a la de la luna, pero con un intenso color amarillo, se asemeja al ambiente de la escena cuando Nala y Simba se extravían en el siniestro territorio dominado por Scar y sus hienas.
Valle de Sossusvlei, Namibia: Timón y Pumba, seguro recuerdas a este singular par que junto a Simba protagonizaron las más divertidas e intrépidas aventuras de la película. Para la escena donde el suricato y el jabalí se encuentran con el cachorro, el equipo de fotografía viajó hasta Namibia donde capturaron imágenes del desierto y de las impresionantes dunas color rojizo del Valle de Sossuvlei; unas de las más altas del mundo.



































Tierra de baobabs y de tribus del pasado. Una postal de la África con la que todo el mundo viaja en el estómago. Vamos camino de las Cataratas Epupa, al norte de Namibia, cerca de la frontera con Angola. Un lugar de difícil acceso y carreteras en escorzo. Cambia el paisaje: detrás dejamos el misterioso espejo de un desierto de polvo y piedras infinito y un océano que le golpea. Tras diez días de carretera por Namibia; tras el paso de Grand Fish River Canyon, de las grandes dunas, de Cape Cross y de la Costa Esqueletos 
Los trajes de las mujeres son francamente llamativos: vestido de colores y una especie de gorro de tela (la forma sería parecida a la de una montera). Allí, en los escasos tres minutos que duró el control policial entendí que el viaje giraba de los paisajes fascinantes y vacíos del sur a la Namibia con nombres y apellidos del norte. Es fácil de comprender la razón, desde que dejamos Costa Esqueletos el horizonte ha ido mutando poco a poco al verde, a la tierra que permite la vida. Como si de una señal se tratara han aparecido los baobab, aquel árbol que todos soñamos con el libro de El Principito y que forma parte de las creencias más arraigadas del continente. Son múltiples sus leyendas, pero cuando los contemplo decido quedarme con aquella que dice que era un árbol tan bello que los dioses, cuando se enfadaron con los hombres, decidieron plantarlo boca abajo. De ahí que parezca que son las raíces las que asoman sobre el tronco.
Aquella noche, tras un largo viaje de carreteras bacheadas y polvorientas, paramos en un campamento que recomiendo a todos los que pretendan subir hacia Epupa: el Ongongo Camp. La posibilidad de bañarse en una pequeña poza, cuya agua brota de un salto de agua, formando una piscina natural bajo el cielo estrellado africano compensa todas las horas de viaje.
Tras la parada, el camión reemprende la marcha. Vemos desperdigados en el camino, entre la maleza, distintos poblados himbas: un cercado y un grupo de casas y algún corral alrededor del fuego sagrado. Todos son iguales. El sol pega con fuerza y la vida se reduce a alguna vaca o grupo de cabras que asoman por los caminos. Bajo alguna sombra un pastor himba vigila que nada altere su calma milenaria. Dos horas después, vemos a lo lejos una mancha de agua en hilera. Hemos llegado a los dominios del río
Kunene, que hace casi de frontera natural con Angola.
(una forma que tienen de ganarse la vida es lavar la ropa a los turistas, que les aseguro que lo necesitarán tras cruzar este país de arena. El dinero se reparte entre la comunidad).
Tienen una pequeña bronca, fruto del exceso y la mujer decide irse sola a dormir y mandarle a él al sofá versión africana, que no es ni más ni menos que a la intemperie. El viejo, aturdido y etílico, emprende camino hacia los matorrales.
Nos advierten de que está prohibido cruzar la línea imaginaria que hay entre ambos. Lo cierto es que cuando comienzan los juegos con los simpáticos niños, la visita en la que el guía nos traduce sus vidas o los paseos a solas por el poblado, lleno de excrementos de sus pocas vacas y cabras, la prohibición sagrada queda en el olvido en repetidas ocasiones (no es fácil vigilar una línea imaginaria). Luego, al final, las mujeres himba y algunos jóvenes enseñan su artesanía y abalorios, aunque hay que señalar que no intentan vender nada.