Sin duda, Egipto es uno de los países que todo viajero que se precie quiere visitar alguna vez en su vida. Las pirámides, los templos, las momias, etc… Desde la infancia me han llamado la atención los secretos que esconde esta antigua civilización. La experiencia de hacer realidad este sueño infantil de pequeña arqueóloga, siempre me rondó por la cabeza y en Septiembre tuve la oportunidad de hacerlo. Verse rodeado de la aplastante monumentalidad de las pirámides y la realidad de que siguen en pie después de más de 4.000 años de historia, le deja a uno sin palabras.
¡Pero Egipto es eso y mucho, muchísimo más!
Pude comprobarlo al adentrarme en la interminable extensión del Desierto Blanco. Este desierto es uno de los grandes secretos de Egipto. Sus formaciones de piedra calcárea esculpidas por el viento y la arena, te transportan rápidamente a paisajes lunares. De repente descubrí diferentes fósiles marinos, cosa bastante peculiar en un desierto, y es que ¡esta extensión en la antigüedad estaba sumergida bajo el mar!
Nuestros conductores beduinos nos hicieron disfrutar de lleno de la travesía entre las doradas dunas del desierto. Su destreza en la conducción, dada por muchos años de experiencia, te deja pasmado y aunque, al principio tuvimos la tentación de pedir que nos dejaran probar nuestras habilidades, nos dimos cuenta de que no es nada fácil. La sensación de libertad, velocidad y conexión con el entorno es total. En el desierto uno abandona los convencionalismos urbanitas que nos invaden y se deja apoderar por el “asalvajamiento” primitivo de un medio, a primera vista tan hostil.
Pero no todo en el desierto son dunas, arena y sol… en el lugar menos esperado y como si de un espejismo se tratara, aparece un oasis con un pequeño manantial del que, increíblemente brota agua a borbotones. Existen de muchos tipos, sulfurosos, ferrosos, calientes, fríos, etc… Resulta muy agradable realizar una parada en alguno de ellos para tomar un refrescante baño en medio del desierto, desempolvarse las vestiduras, tomar un tentempié o hacer una buena siesta a la sombra de un palmeral. Incluso existen algunos manantiales mágicos ó con sorpresa de los cuales no me está permitido contar mucho más. Los secretos del desierto, deben quedarse en el desierto y para descubrirlos tendréis que visitarlos.
Los atardeceres en el desierto, son todo un espectáculo y se trata de uno de los momentos más mágicos del día, los cuales deben disfrutarse con calma. Mientras observas el sol descender en el silencio del desierto, parece que el propio astro entre en comunión con el medio y puedas escuchar como se despide al unirse y desaparecer en la tierra hasta el día siguiente. Según la mitología Egipcia, la diosa del cielo Nut es la madre del sol por lo que cada noche entra por su boca y pasando por todo su cuerpo renace cada mañana para dar paso al nuevo día.
Tras este momento tan especial, nuestro cocinero nos esperaba con una deliciosa cena para posteriormente unirnos todos en la fogata y escuchar las dulces canciones Beduinas ó intentar resolver alguno de los múltiples acertijos que nos proponía nuestro guía. ¡Y he de deciros que no hay hotel con más estrellas en el mundo que el desierto!
Tras abandonar el desierto, y con mucha pena por dejar a mi ya familia Beduina, continué viaje visitando los majestuosos templos de Luxor. La cantidad de templos y monumentos funerarios que se concentran en la antigua Tebas conforman uno de los museos al aire libre más grandes del mundo y su visita es imprescindible.
Pero la mayor sorpresa de Luxor, me la llevé por la noche, ya que tuve la suerte de poder asistir a una boda Egipcia. El pueblo egipcio es muy acogedor y enseguida nos recibieron con los brazos abiertos. La fiesta era en plena calle en un pequeño escenario donde se situaban la novia y sus familiares. Mis compañeras de viaje y yo acabamos bailando con la novia como si fuéramos uno más de la familia.
Tras convertirme casi en una “experta” en leer jeroglíficos, en Aswan pude disfrutar de la relajante navegación por el río Nilo a bordo de una de las Falucas que lo recorren. Se trata de embarcaciones tradicionales sin motor que se mueven gracias a las corrientes del Nilo, realizando un sinuoso movimiento de zigzag. Esa noche todo el grupo pudimos degustar una deliciosa cena cocinada por nuestros “faluqueros”; Baba ganoush, hummus de habas, ensalada de pepino y yogurt, etc… Además tuvimos la suerte de disfrutarlo bajo una luna llena espectacular que se reflejaba en El Nilo.
Finalmente tuvimos la oportunidad de probar nuestras habilidades como regateadores en el bazar de Khan el Khalili. Dentro del caos de callejones y recovecos, cada pequeña tienda tiene exhibidas de forma minuciosa su mercancía; lámparas, shishas, telas, antigüedades y todo tipo de cachivaches que le hacen perder a uno el norte. Una delicia para los sentidos y una perdición para el bolsillo!
2 comentarios
kisiera mas infofmacion del recorrido,me parece muy relajante .fabuloso
Me gusta este viaje. Por favor, enviarme info sobre el itinerario. Muchas grcias.