El pasado 31 de julio se celebraba el día internacional de las mujeres africanas.
Este día se instituyó en 1962 durante la conferencia de las Mujeres Africanas en Tanzania. En dicha conferencia también surgió la Organización de Mujeres Panafricanas, dónde se establecieron objetivos como el acceso a la educación, derechos sexuales, reproductivos, liberación del continente africano, reconstrucción de la paz en zonas de conflicto, independencia económica, o el reconocimiento de las mujeres como sujeto político clave.
Desde ese año son muchos los cambios que se han ido produciendo en el continente, y en cuanto a la figura de la mujer se refiere. Fue un momento que impulsó a muchas mujeres a romper con conformismo de la cultura en la que estaban creciendo.
Hoy podemos hablar de algunas de las mujeres que han ocupado un lugar en la esfera pública, y han servido de inspiración para muchas otras como Ellen Johnson, que recibió el premio Nobel de la Paz compartiéndolo con las activistas por la paz Leymah Gbowee y Tawakkol, y por supuesto Wangari Maathai, ambientalista de Kenya.
Estas mujeres son solamente un ejemplo de valentía y cambio visible, pero como en todos los lugares del mundo siempre hay mujeres anónimas que luchan día a día por un cambio, por una evolución, en busca de un futuro libre para ellas y para sus hijas. Sobre todo, mujeres comprometidas y guiadas por unos ideales de igualdad.
Hay muchos proverbios africanos que expresan que “La mujer africana representa el futuro del continente”. Y hay que ser consciente de ello, pues la mujer africana tiene un gran peso en el sistema familiar y social.
Muchas de estas mujeres son aun portadoras de madera para la construcción de sus propios hogares, de agua, las encargadas de la educación y cuidado de sus hijos… Digamos que son un ejemplo de valentía, y que debemos de buscar la manera de reconocimiento y empoderamiento, hasta conseguir llegar al equilibrio con la figura del hombre.
A lo largo de la historia, ha habido un gran progreso, pero aun queda un gran camino por andar, y si lo hacemos tod@s unid@s, llegaremos mucho más lejos.
Como sociedades tenemos el deber de avanzar en la toma conciencia del reconocimiento de la dignidad de las mujeres, hacia compromisos concretos y políticas que promuevan y favorezcan que cada mujer pueda pronunciar su palabra y a través de ella recrear el mundo en que vivimos.