Cuando hablamos de Vudú, solemos imaginarnos un brujo clavando alfileres sobre un muñeco de trapo esperando que alguien, lejos, empiece a retorcerse de dolor. ¿Pero es el vudú realmente una práctica religiosa tan oscura y macabra?
Hollywood ha generado esta mala fama que ha reprimido lo que viene a ser un culto religioso, erróneamente asociado con lo diabólico y la magia negra. Cierto es que tiene que ver con las relaciones entre el mundo natural y el mundo sobrenatural, pero en esencia, se trata de una religión animista y fetichista de armonía y tolerancia. Muchas tradiciones y culturas africanas se ven amenazadas de desaparecer por la vida moderna, pero el vudú parece resistir.
Tiene su origen hace cientos de años, en las prácticas religiosas de las tribus fon, yoruba y ewe, de Benín (donde el vudú es la religión oficial), Togo, Ghana y Nigeria. De hecho, la palabra vudú es la adaptación al idioma fon de una palabra propia de la tribu yoruba que significa “dios”. Y es que estas religiones africanas afirmaban la existencia de un mundo sobrenatural y se dirigían a los muertos y a los espíritus, considerados superiores a los humanos, a los que veneraban en sacrificios animales y ceremonias en las que los sacerdotes entraban en trance al ritmo de tambores, bailes y cantos con el fin de pedirles su consejo y protección.
Desde África, a raíz del tráfico de esclavos, el vudú se difundió por el Caribe y el sur de Estados Unidos, entrando en contacto con el cristianismo. Los esclavos rezaban y cantaban a estos nuevos símbolos cristianos para no ser castigados pero en el fondo, seguían creyendo en sus espíritus africanos, denominados lwa. De hecho, su influencia propició el desarrollo de variantes como el vudú haitiano, el de Lousiana, el vudú dominicano y la aparición otras creencias, como la santería.
Aunque de rituales vudús existen muchos, según el espíritu convocado o el objetivo que se persiga (desde curar enfermedades hasta honrar el fallecimiento de alguien importante) por lo general, se suele desarrollar en tres etapas: iniciación (los detalles del cual los feticheros guardan con recelo); el trance, en el que se consigue el contacto con los espíritus a través de cantos, bailes y otros rituales que pueden incluir los llamados fetiches y por último el sacrificio animal, que ayuda al cambio que motiva el ritual.
Aunque no es la única religión que se basa en el sacrificio como parte importante del ritual, (en el cristianismo, por ejemplo se cree que es la sangre de Jesús la que nos brinda la fuerza), es esta una fase polémica y cuestionada en la vida moderna. Lo cierto es que estos animales se cocinan y su carne se comparte entre todos los miembros presentes. Algunos expertos creen que la polémica viene especialmente desde el momento en el que la ceremonia es abierta al público. Regine Romaine, académica con un gran interés en el vudú, está de acuerdo: «La experiencia africana está abierta para que todos la vean: las personas son invitadas a presenciar las ceremonias y los sacrificios. Esa apertura ha sido juzgada, mientras que esta no existe en otros sistemas como las religiones islámica y judía». Romaine también cree que la reputación del vudú empeoró por la invasión estadounidense de Haití, «lo que dio lugar a la fascinación de Hollywood con las historias de terror que tenían vudú».
El vudú reivindica ser una religión con su propia visión de la vida, filosofía, medios curativos y expresiones artísticas. De hecho, el gobierno de Benín se ha comprometido a mantener esta práctica, como un patrimonio cultural que ha luchado por su preservación y respeto.
La ciudad de Ouidah es considerada la cuna del vudú y la conoceremos con nuestra salida especial a Benín del 5 de enero 2018, para asistir al Festival Mundial del Vudú: punto de reunión y encuentro de todos los devotos de esta religión, y gentes de todo el mundo atraídas por las impresionantes ceremonias que se celebran. Una gran fiesta en la que se mezcla música, danza, rituales y tradiciones ancestrales de gran arraigo en el país. ¿Te apuntas?